La tarea...

La gente grita que quiere un futuro mejor, pero el futuro es un vacío indiferente, mientras que el pasado está lleno de vida.

Su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo.

Todos quieren hacer de la memoria un laboratorio para retocar las fotografías y rescribir las biografías y la historia.

PALABRAS DE BUENA CRIANZA y Gran Reserva del año 2004 -

(Traslado a las páginas de este blog unas palabras de bienvenida que di a José Agustín Vásquez Márquez cuando se integró el año 2004 a La Página de  los Cuentos. Las reitero,  a pesar de que se escribieron hace ya seis años ahora que se ha sumado a los blogueros, repito , las reitero.)

Al fin llegó a estas páginas con su heterómino formal mi amigo-hermano, José Agustín Vásquez Márquez, de praenomen o nombre de pila José,  nomen Vásquez Márquez,  cognomen Cucho, que se corresponde con el sobrenombre Cucho, pseudónimo Kucho, apodo Lolo y mote Cuchito; con el que se destaca por su particularidad de prójimo ronroneador.

KUCHO a quien en algún cuento llamé José Agustín Márquez Vásquez y a quien tengo amenazado con subir La Historia Imaginada de José Agustín Vasquez Marquez (El aéreo solitario). No es el mismo personaje que ustedes conocen y prefiero llamarlo aquí;  Cucho. La K es muy agresiva. Cucho es indeleble.

Hace algunos años publiqué parte de un cuento de su autoría, el que hacía referencia a un personaje denominado Humberto Henríquez Murúa, personaje casi real, que casi  existe, de cognomen Pillín Pillín. Ente fuliginoso de las historias domésticas, gubernamentales, municipales y universitarias de la Va realidad de Chile, región que debiera llamarse Dinamarca Huele. Ciudad traicionera, moribunda y capturada por la depredación del amiguismo y que nos duele, por Dios que duele.  Qué bueno fue huir de aquellas “Fuerzas Vivas de la Va Realidad”, viscoso y pestilente territorio de compadrazgos sin horizontes e incapaces de mirarse en el amplio y límpido espejo de su mar que confunden con su ombligo lleno de trastos, papers y pelusas. Dejémosla lucir su mascarada para turistas de week end;  yo entre ellos. (Váyanse, jubílense, tómense una licencia perpetua,  paren de llorar. Suelten la teta; es marsupial y antiestético. Es un consejo afectuoso profundamente enamorado). Por si no está claro, me enseñaron que la historia, la épica, siempre se repite al menos dos veces, la primera vez lo hace cual tragedia y la segunda como farsa. Están en la segunda; les aviso. Den vuelta la página. Nadie quiere ese volkgeist de cantinelas y charadas,  queremos poemas épicos y líricos.
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Dicen que Santiago es arisco, extraño, ajeno y agresivo con su anonimato. Nadie te conoce y todo tiene ese leve candor de que es posible vivir sin contaminarse pero al menos huele a republicano smog y no a feudo por saquear, por muy ventilado que parezca. Santiago compite con otras capitales del hemisferio y las de provincias con Santiago de Chile. Se entiende. Ojala Chile fuera como Santiago donde nunca te preguntan quién eres, de dónde vienes, si no; ¿qué haces? ¿eres bueno? ¿cuánto cobras? " Nadie posee aquí un Yo bastante poderoso para hacerle frente a Santiago, para fundirse en su alma inmensa - según unos - inexistente; según otros. "  (Benjamín Subercaseaux, 1940, El país de la montaña nevada).

Pero sigamos con la publicación del Cucho que mi escrito se contamina con la Va Realidad y él no lo merece. No señores.

La hice - la publicación -  para que mis amigos a quienes solicité su lectura pudieran conocer el contexto en que la trama de esa historia se desarrollaba. Con gran despropósito rebauticé ese cuento como:  “La vida; una miseria detrás de la otra” o algo parecido y él lo llamó  “Réquiem por Chile”.  Como verán son títulos disímiles y muy poco originales para otear una misma realidad; la basura del patrimonio intangible. Siendo el título de Cucho absolutamente fatal, categórico y el mío una permanente desilusión. Creo que la de Cucho es más esperanzadora y romántica porque tiene un final.

Solemne, como es Cucho, me ha carteado e interpelado afirmando que se lo mutilé considerablemente y que prefería que se publicara completo porque además se lo estaba plagiando. Y tenía razón. De nada sirvieron mis explicaciones sobre la metatextualidad, intertextualidad, hipertextualidad. Todas las textualidades juntas eran sólo desvaríos estrafalarios de mi afiebrada imprudencia experimental con la lingüística y la semántica. Tampoco valían mis consideraciones delicadas respecto al daño que pudiéramos acusar a ese ente que me parecía víctima indefensa, conocido como Pillín Pillín a quien creí víctima del deporte nacional. Debía reparar el desatino y la imprudencia de una leve sospecha. Arriesgué mi -  creía yo - integridad,  a costo de salvar  a quien alguna vez  creí integro, correcto y casi amigo...casi real, casi existente pero,  era jurel tipo salmón. Ciudad Traicionera; no se hace eso...won.

El cuento éste que les comento fue una premonición en ese entonces, una conjetura de puro y exacto presentimiento. Seis años después la verdad salió a mi luz, con pelos y señales; se ha deshilachado el entretejido y maraña de la mentira esta misma semana como el más desastroso de los gangochos. Los personajes están en los titulares de los diarios de la Va Realidad. No era sólo uno, eran varios.  No sé porque siento un avergüenza inmensa y un dolor inexplicable. Tal vez porque fui su liberal compañero en la universidad, colega de profesión,  compañero de sueños adolescentes y nuestras  esposas compañeras, amigas del Liceo, de blancos delantales bordados y maquetas. Se nos vino abajo el artesonado y para sacarle más punta al lápiz, alguno ha pagado ya con propia mano ¿Te acuerdas de él? Andaba siempre con nuestro profesor de cálculo...

Dejémoslo hasta aquí, es mejor escribir a que escriban de uno. Ahora sí que entiendo el título Réquiem por Chile. A los muertos un saludo,  los crespones, las lágrimas que corresponden  y nada más, como decía García Lorca:

Porque te has muerto para siempre
como todos los muertos de la Tierra
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.

Sé que uno escribe y las palabras terminan diciendo lo que quieren pero qué diablos,  hay que drenar como dicen los médicos veterinarios, antes de que la bestia muera;  al fin y al cabo es pus.

Volvamos al Cucho. Con Cucho fuimos, con Cucho seremos…diciéndolo con palabra mayores; enemigos en trincheras políticas antagónicas. Éramos en aquel entonces, carne para las epopeyas épicas en la bufonada diabólica de un futuro mejor para el nosotros o para el vosotros. Adversarios incompatibles y temibles. Fue mi furibundo y tenaz enemigo. La historia que nos aplastó con su rueda decisiva demostró que fue él, lejos, mi mejor adversario y yo fui para mi desdicha, el derrotado sobre el que osciló la fría línea pendular de la guillotina.

No quisiera ser tan grandilocuente y baste decir que con las vueltas de la vida, la verdad de ambos está saldada. Yo no estaba equivocado y él tampoco, pero han tenido que transcurrir-sangrar-doler, cuarenta años para inscribir aquella sigla de la lógica: Q.E.D. (Quod erat demonstrandum)  en nuestros curriculum vitae et studiorum, mucho más frondosa la del Cucho que la mía; razón que alimenta en abundancia mi imaginación.

Apartemos del vocabulario que mitifica esta relación de amistad indestructible y que pudiere contaminar este verdadero panegírico al cual no le quito ni le pongo. Cucho, junto con demostrar lo que para mí parecía irrealizable; la reconciliación, esa palabra manoseada y utilizada como extorsionadora moral que significa concordia, avenencia y armonía, me ha permitido creer en un mundo mejor. Que es posible sostener valores morales superiores por sobre intereses y utopías temporales. Que se puede discrepar y al mismo tiempo ser leal con el oponente. Que es mejor tener enemigos de su talante que amigos supuestos.

La historia quiso que ante dilemas éticos inevitables, consecuencias del "golpe militar-pronunciamiento" /  "dictadura-gobierno militar" / "bien y desgracia de Chile", él fuera elegido, quizás por ese principio creativo e inefable en el que solemos creer como designios de "Dios-Azar", para cumplir con aquella máxima de Voltaire: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero defenderé con mi vida tu derecho a expresarlo”. Como están las cosas hoy; es como para no creerlo. Lo cual redimensiona la talla de su nobleza. Levanto este texto, amigos,  para atenuar esa compulsión al olvido y como dice Tomás Moulian; al bloqueo de la memoria en las sociedades que vivieron experiencias límites.

Varios le deben ni más ni menos que la vida. Y yo a él su amistad sincera y sin dobleces de por vida. Qué orgullo.  Es, a no dudarlo,  un pacto de sangre inmortal del cual dejo constancia para que no se olvide  - nunca - nadie.

Seguimos teniendo desavenencias profundas - ya no tantas, más bien pocas, quizás ninguna -  que en cuarenta años de debate sostenido no han llegado a puerto, pasaron de largo y al mismo tiempo lazos indestructibles nos han ido trenzando en una sola raíz y hermanado.

Déjenme decirles que la rectitud de las acciones debe ser siempre el norte cuando el fragor de la batalla demanda aniquilar y es condición insoslayable respetar al ser humano que tienes de oponente aunque sea como perpetuo adversario. Al mismo tiempo creo que desde el inicio del drama que aún fragmenta el alma de Chile, ha pasado tanto y tanto dolor entre nosotros que agotados por esa herida abierta no somos más que dos guerreros solitarios y envejecidos en la nada, que se tienen tan sólo el uno al otro y continuarán luchando el uno contra el otro, para no sentirse solos.

Pido que vociferemos nuestro mejor saludo:

¡ Bienvenido amigo y que la fuerza de lo vivido nos acompañe hasta el último suspiro!

http://temasdelcucho.blogspot.com/

Ninguno ha dicho la verdad total,
porque no existe.
Tenemos sólo pensamientos
 breves,
 ligeros.
 De materia que se consume al arder…
( Luis Alfredo Arango)

1 comentario:

JOSE AGUSTIN VASQUEZ M. dijo...

Déjame tomármelo con calma, Rubén. Mira que esto de empezar a aparecer en un blog con nombre y apellido propio, amén de la foto ya un tanto pasada, como han pasado los años por nuestras epidermis (y sólo hasta allí pueden pasar, porque lo que es el espíritu sigue más joven que en esa foto sepia del C° Toro en la que tenía 16 años). Dejáme tomármelo con calma para hacerte llegar un comentario como te lo mereces (dicho ésto no peyorativamente, por supuesto, sino queriendo decir que tus textos se merecen un comentario reflexionado, meditado y reposado).