La tarea...

La gente grita que quiere un futuro mejor, pero el futuro es un vacío indiferente, mientras que el pasado está lleno de vida.

Su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo.

Todos quieren hacer de la memoria un laboratorio para retocar las fotografías y rescribir las biografías y la historia.

LA JOVEN DE LA PERLA y la gestualidad femenina













Del pintor holandés J. Vermeer.  Retrato de una joven con perla. La joven de la perla o La Mona Lisa holandesa o La Mona Lisa del Norte, es una obra al óleo de pequeño formato (46,5 x 40 cm) pintada entre 1665 – 1667. Está en algún museo de La Haya. 
La chica en cuestión es la que está a la derecha  y he puesto la imagen de Scarlett Johansson - actriz que interpreta el papel del Griet en la película de Peter Webber - a la izquierda, para hacer una lectura comparada entre ambas imágenes,  mejor dicho;  entre ambas chicas, en el libro, la película y el cuadro.
¿Quién es la chica de la perla?  ¿Es Griette, la sirvienta del pintor JohannesVeermer?
Aunque no hay evidencia histórica, esta teoría se desarrolló en la novela de Tracy Chevalier. Es la que presenta mejores matices y abiertas posibilidades. Quiero creer que  Griette, la sirvienta, es la chica de la perla. Me acomoda que ella encaje en la película y la novela.
La película,  La joven de la perla, es un susurro que hay que recibir sin prisas, relajado, es cine esencialmente visual.  Lo primordial no es el argumento, es lo que se siente a través de la vista,  de una mirada, de un gesto.  Cautiva y emociona, pide que la descubran, que el espectador se acerque a ella con paciencia, admiración y curiosidad, como si contemplara de cerca una pintura que le ha cautivado con su increíble belleza.
Estoy de pie frente a este cuadro mirando a esta chica de 1,47 m. de estatura; Griette, delgada, muy joven, frágil y me la imagino de extremidades delgadas, de escasa y poca alimentación. Dientes pequeños, como grandes y potentes han de ser los de Scarlett. Los paños que cubren su cuerpo le quedan holgados acentuando su fragilidad y la perla es inmensa. La transparencia de sus ojos tienen algo virginal pronto a desaparecer pero de una fiereza tal, que podría perfectamente enamorar a su maestro y mentirle a su amante. Lo que haría un animalillo acorralado por salvar su vida. La gracia de Vemeer es hacer evidente y legible el sutil estado del alma de esa niña.
Scarlett - bella - tiene carnosidad llena de abundancia, una nariz gruesa que puedo leer como de gustos toscos. Segura de sí, llena su vestido con su cuerpo. Sus labios abiertos provocan lascivia y los de Griet; amor.  Scarlett  dice: te prometo. Griette: no me dañes, te temo. La cabeza de Griete está acostumbrada a adelantarse, a bajar los ojos en señal de sumisión. Scarlett mira frontal y gira el torso con un ¿me quieres?
¿Qué nos dice la representación pictórica asociada a la película? 
¿Cuál es el espacio ocupado por la mujer? 
¿Con qué objetos se relaciona y cuáles serían los posibles simbolismos?
Por lo pronto, queda claro que el lugar de la mujer es solo uno: la casa  y es en ese ámbito interior  donde únicamente se nos muestra. 
Vermeer,  es un precursor de la representación de la mujer vista como una niña o joven. Sus mujeres son - en la forma - juvenilmente angelicales, jóvenes y encerradas. Entregadas a su destino de sirvientas. Se asocian a la sexualidad de las mujeres de Veemer, vasos y jarras, perlas y cartas; todos ellos objetos de placer, incluida la mujer.

Todos esos elementos cumplen una función transgresora, la de borrar los estrechos límites del espacio que la rodea; a través de ellos se encuentra la ensoñación capaz de transportarla a otros espacios, sin salir de la aparente domesticidad. La película es pródiga en este tipo de escenas.













La chica de la perla - Griette  - es una inmigrante protestante que emigra de su espacio, al espacio católico. Late en esta pintura una ansia de libertad, no sólo sexual, sino de espacio, de evocación de espacios remotos que suponen aventura, romper con la rutina, con el mundo puritano y burgués que la aprisiona. 

El rostro de la joven transmite ensueño, y su boca entreabierta sugiere una invitación provocativa a transgredir esos límites de lo pacato, de la moral calvinista o católicamente correcta. La saliva, que muestran las ultimas restauraciones dan el brillo de la provocación, de intensos besos ya saciados o por venir y que se satisfacen por el placer entregado o por entregar...
El turbante y la perla (símbolo de la castidad) son los atributos que le ha conferido el pintor a esa chica entre dulce y descarada, objeto de su deseo. Toda una huida sin mover un pie de su estudio. Un auténtico soplo de libertad al margen de las convenciones. El pintor satisface su sexualidad en la posesión del "objeto", no en la mujer. Un deseo que tiene su objetivo y finalidad en la propia pintura y no fuera de ella.  Los que pintan saben a lo que me refiero... 
Dice ella:
-"No quería desobedecerle ni llevarle la contraria: era mi amo" 
Narra la autora del libro:
-"... dijo algo, pero tan bajo que no podía estar segura de haberla oído bien:  ¡Puta!"
Dice ella refiriendose a la ama de llaves:
-"No le hacía mucha gracia que yo durmiera en el desván, pues significaba que estaba más cerca de él y del lugar al que a ella no le estaba permitido entrar, y por el que yo podía moverme libremente".

Son frases de la novela,  que muestran la tensión en que vivía la chica de la perla en la casa de Vemeer. Griette ocupa un lugar, un espacio  amoroso y cultural, que le está prohibido al resto de la servidumbre. Los que escriben saben a lo que me refiero.
En la parte baja de la casa se dispone el trabajo doméstico, espacio al que ha sido asignada Griette; su ascenso al estudio, al espacio de la sabiduría (espacio masculino), vedado al resto de los habitantes de la casa, derivará en conflicto. Griette pasará de la estancia sótano (el infierno) a la estancia desván (el cielo): 

-"Me gustaba dormir en el desván. Me sentía sola allí arriba, posada por encima del ruido doméstico, en situación de verlo todo desde cierta distancia. Casi como él"  

No hay palabras que narren más bellamente ese conflicto interior de Griette, que estas:
-"Había dudado,  porque no quería mentir, pero tampoco quería que él lo supiera. Tenía el pelo largo e indómito. Cuando me lo dejaba sin cubrir parecía que pertenecía a otra Griet, una Griet que iría a un callejón sola con un hombre, y que no era ni tan tranquila, ni tan callada, ni tan limpia. Una Griet semejante a las mujeres que no se cubrían la cabeza. Por eso, mantenía mis cabellos completamente cubiertos, para que no hubiera rastro de esa otra Griette"
Griette no necesita de una explicación matemática para comprender,  le basta la intuición.

-"Yo me apoyé en el muro y dejé que Pieter me besara. Estaba tan deseoso que me mordió los labios. Yo no grité, me lamí la sangre salada y miré por encima de su hombro a la tapia de ladrillo que había enfrente, mientras él se apretaba contra mí. Me cayó una gota de lluvia en el ojo. No le dejé hacer todo lo que quería. Pasado un rato, Pieter se apartó". 
Esa es Griette. Desde luego, resulta muy difícil imaginar a un hombre, haciendo semejantes cálculos en mitad de un encuentro sexual.  

Hay un texto maravilloso y que tiene su correlato en la película...
- Cogí la aguja que había puesto a quemar y dejé que la punta pasara del rojo incandescente a un naranja pálido y finalmente al negro. Cuando me incliné hacia el espejo, me miré un instante. A la luz de la vela se me veían los ojos empañados, brillantes de miedo.   Hazlo rápido, pensé.   Retrasarlo no sirve de nada. En un único movimiento estiré el lóbulo y atravesé la carne con la aguja. Justo antes de desvanecerme pensé: siempre había deseado llevar perlas en las orejas. Cada noche me limpiaba la oreja y pasaba una aguja ligeramente más gruesa por el agujero, para que éste no se cerrara …
En la narración cinematográfica, el pintor, a petición de Griette,  perfora con la aguja el lóbulo. En esa escena late una clara metáfora de consumación amorosa.  Se pasa de una historia de aprendizaje y admiración amorosa hacia el maestro por parte de una adolescente deslumbrada, a una historia de amor correspondido pero imposible.
Eso está en el rostro de la chica de la perla. 
Este poema lo aclara.

Hazlo tú, dueño mío.
Dulce dolor me prodigas
que hiende mi lóbulo con urente filo
de tu huella imborrable.
Que sean las manos tuyas
en mi gota que sangra y nos
pacta
al silencio nacarado de las
perlas.
Pinta la azucena, que me
habita el cisne de rosado cuello,
los hombros aún vulnerables.

Sean tus ojos fulgor de mis latidos
al roce de una lágrima y mi boca.                  

(Liliana Zwetschek)

La mirada de ese icono imaginario,  que mira al pintor y por ende al espectador; ha servido a una historia de posesión y pasión sin cuerpos. Una chica que mira y que narra mirándote: te ha poseído  desde la mirada que dio en 1665. (Para que te ubiques, es el año del fallecimiento de la Quintrala)

Vermeer ha compartido con nosotros algo que solo cupo entre dos seres muertos hace ya varios siglos... ¡Pero si la siento caminar sobre las tablas del piso del estudio! No está muerta. Si alguien puede sentir la emoción de ver,  vivir en un lienzo, bendito sea si contempla esta obra de Johannes Vermeer.



1 comentario:

Beatrice dijo...

http://sureando-sureando.blogspot.com/2008/01/la-muchacha-de-vermeer.html

No me canso de leerte, Rubén.
Coincidimos una vez más.

Beatriz