La tarea...

La gente grita que quiere un futuro mejor, pero el futuro es un vacío indiferente, mientras que el pasado está lleno de vida.

Su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo.

Todos quieren hacer de la memoria un laboratorio para retocar las fotografías y rescribir las biografías y la historia.

LA SALA OSCURA. El cine Cervantes


Es probable que le dé una pincelada de belleza a mi memoria, pero estar en esa sala oscura, advirtiendo en el espacio oscuro escindido por la luz del proyector, la consistencia de la palabra Atmósfera, le daba a mis domingos de infancia un matiz de felicidad, afortunadamente interminable.

En aquel tiempo salir de la sala oscura a la noche de la ciudad era continuar en el cine, pues se podía estar en la Plaza de Armas Muñoz  Gamero y ver el cielo austral cargado de estrellas. Así también les decían a los artistas de la pantalla.
Era tan grato ir al teatro como entrar a una librería, a una disquera de vinilos, al museo, a misa. Y no importaba el parloteo de los vecinos de butaca ni el inaudible sonido de la pantalla, porque allí se podía llorar en grupo, reír en grupo y ser parte de la manada. 
Sin importar lo solitario que estabas en la butaca, residías en el mundo de Ali Babá, en los techos de París, en el puente del rio Kwait o el de Madison, en las trincheras de Verdum, en los aeroplanos de King Kong, en el Sahara de Lawrence, en los tornados de Oklahoma, en la nieve del Everest, en la calle Morgue. Y además era tan fácil y tan cómodo morir. 
Para todo curioso, encontrar la Isla del Tesoro es encontrar su soledad en el mapa del cine. Tal como la soledad es una especie de exorcismo, un milagro, un acto de magia que permite atesorar dentro de uno el mundo que está afuera, siempre ancho y ajeno, soñar es descubrir las primeras e incómodas preguntas del espíritu. 
Recuerdo todas las películas de infancia y no recuerdo a nadie a mi lado. ¿Fui siempre solo al cine?
Sin embargo las mejores historias de amor, los más perversos actos, los más lúbricos estaban allí.
Allí di mi primer beso. Ese beso que lleva el corazón palpitante a los labios, ese beso que suda en las manos, 

¿Fui siempre solo al cine? Esa pregunta hoy no puede ser respondida por mi memoria.
El cine se llama CERVANTES y cuando se prendían las luces aparecían las obras de arte de sus muros. Eso también era soñar.
Vuelvo a los cines de hoy, al moderno del mall, y solo veo cortinas, silencio y asepsia.

(Estáis viendo las imágenes de lo que queda del Cine Cervantes de Punta Arenas,  al 2014).

-  Mi recuerdo más antiguo se relaciona con ese cine-  Dice Beatriz.

- Entré en brazos de mi padre a la sala a oscuras en el preciso momento en que en la pantalla quebraban un ventanal con el puño. El llanto fue inmediato, tendría dos o tres años. 

Después fue el cine de las películas de Joselito, de Marisol, de Sara Montiel... y en el Palace Dr. Zhivago, De Rusia con amor y tantas otras. Pero fue el Cervantes con sus escenas del Quijote en las paredes y con la música de los intermedios el que se transformó en mi propio Cinema Paradiso.

Private Film by Markus-Weldon
Esa película es maravillosa. El Cinema Paradiso es la historia de todos los que han visto el derrumbamiento y desaparición del tradicional cine de su barrio.
La sala oscura se llenaban de niños corriendo por los pasillos, de historias de amor y tímidos avances en la última oscuridad de las butacas. 
Hay imágenes cálidas y sencillas; el ruido del proyector, la música nostálgica, la simpleza de un adolescente enamorado que espera día tras día bajo la ventana de su amor soñado. Son imágenes que llegan al verdadero hogar de nuestra alma. 


Y no vuelvas nunca. No quiero oírte. Solo quiero oír hablar de ti...
Todos hemos cumplido ese mandato al salir de nuestro barrio, de nuestro pueblo, de nuestra piel de infancia para construirnos como el eterno cliché del hombre de éxito que retorna a la época desaparecida en la marea de cambios.
Pero volvemos desnudos, porque la imagen de lo pasado revolotea siempre en nuestra conciencia que sigue siendo un niño, aunque creamos que ese infante está lejos de nuestro entorno real. Y ese retorno siempre es fugaz, pues algo de ese pasado nos da miedo.

La escena final de la película, todo un canto a los tiempos pasados, a los recuerdos y a la vida vivida, es uno de los mejores finales de toda la historia del cine. 
En la sala oscura crecimos, compartiendo pedazos de vida que con el CERVANTES aún en pie y averiado como nosotros,  no han desaparecido como lastimosamente ocurre con el derrumbe final del edificio de aquella película y supone el fin de una etapa de la ciudad, de toda una generación y un estilo de vida.

Vi en época de mi niñez en un cine; el Teatro Cervantes de Punta Arenas inaugurado en 1938 y que repetían una y otra vez viejas películas. Debió ser uno de los más antiguos de Chile. Un cine con un foyer monumental, donde vendían los famosos “helados de invierno”, que no eran más que los helados “de máquina”. Allá por los años 60’. Tenía unos bajorrelieves y tallados en madera con escenas de El Quijote, que no he vuelto a disfrutar y más interesantes que cualquier película. Deben habérselos robado.
En Punta Arenas habían otros cines El Gran Palace, el Municipal, y el Politeama que tuvo seguramente su esplendor antes de llegar a ser el más humilde cine "rotativo"...Pero es el Cervantes el más bello que han visto mis ojos, el más inolvidable y el más amado.



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