He ido a recorrer al nuevo Centro Cultural del Palacio.
Sería conveniente que muchos de los funcionarios de los cabildos del país
asistieran para mirar el cumplimiento de las normas relativas a los anchos de
pasillos y mínimas pendiente de las rampas. Paso el aviso. En fin; este es un
capricho de arquitecto. En ese centro cultural se ha hecho la exposición
inaugural MÉXICO DE CUERPO AL COSMOS y me ha redituado mis estadías en ese
país. Al mismo tiempo me ha recordado el nombre tan complejo de la diosa de la Muerte llamada
CHICOMECOATL. Sí; la de las siete serpientes y diosa del mantenimiento y de cuya réplica
está mi habitación tenida.
Me encontré allí con don Giovanni quien detenido ante una cabeza atlante
de la cultura Olmeca me reconoció y me saludó muy cortésmente. Al retirarnos
juntos del museo y ascendiendo las extensas pendientes de las rampas del museo
comenzó a decirme:
- "" Me llama la atención que al inicio del siglo XXI, aún quieren hacernos creer que las llamadas culturas originarias - que en verdad no son originarias de nada si no que avasallantes de otros pueblos más originarios que ellos y así sucesivamente - nos vengan con el manido discursillo aquel, del equilibrio de sus ritos con la naturaleza, de la mística relación de sus religiones con el cosmos, cuando en verdad y contra sus propios deseos se levanta la evidencia de sus exposiciones y el desarrollo de la humanidad.
Hay
allí muerte primero que nada, pornografía que le dicen erotismo, hecatombes que confirman masacres, asesinatos y torturas, ceremonias que son bacanales y orgías. ¿Qué pude tener eso de paraíso perdido?
Nada fue mejor en tiempos pasados. Nada. Ya me imagino el crecimiento avasallador de la cultura mexica por todo el continente americano hasta la último rincón y me aterra el solo imaginarlo.
Contrario sensu, o a sensu contrario como le gustará corregir a un culto de la guardia vaticana o defensor que escuda a los pueblos originarios, creo que lo mejor que pudo haber ocurrido para el bien de América fue que hubieren sido doblegados, vencidos y arrasados por el imperio español y en sus mismos términos. Someter a los emplumados inkas y mexicas por idénticos emplumados. Penacho contra penacho. Plumero contra plumero. Dichas culturas cayeron estrepitosamente porque primero fueron detestada por sus propias víctimas vecinas e innumerables tribus colindantes a su territorio.
Nada fue mejor en tiempos pasados. Nada. Ya me imagino el crecimiento avasallador de la cultura mexica por todo el continente americano hasta la último rincón y me aterra el solo imaginarlo.
Contrario sensu, o a sensu contrario como le gustará corregir a un culto de la guardia vaticana o defensor que escuda a los pueblos originarios, creo que lo mejor que pudo haber ocurrido para el bien de América fue que hubieren sido doblegados, vencidos y arrasados por el imperio español y en sus mismos términos. Someter a los emplumados inkas y mexicas por idénticos emplumados. Penacho contra penacho. Plumero contra plumero. Dichas culturas cayeron estrepitosamente porque primero fueron detestada por sus propias víctimas vecinas e innumerables tribus colindantes a su territorio.
Así la cultura española y bestial estimulada por su rito sacro: la corrida de toros, ese religioso y sangriento misterio impreso en cada godo gen y prueba de la crueldad innata de esta raza expansiva y voraz, pudo devastar sin sentimientos ni miramientos a esos que consideraron casi animales por profesar su fe en otros dioses y para lo cual asentaron instituciones brutales como la Inquisición.
Que no se moleste el coño en decirme extranjero, ya
me lo dijo un andaluz de ánimo salvaje y mal talante y por supuesto par del
sacerdote inka o mexica. Ni venga en decirme servil yanacona, un defensor
de los derechos de los pueblos originarios, sin saber primero que fueron
yanaconas los seis mil descastados por el Sapa Inka Tupaq Yupanqui antes de que
se inventara la palabra holocausto. Ni menos fascista, un prepotente
incendiario. Ni mucho menos antipatriota, uno que no sepa en qué territorio
está parado.
Es un acto de superioridad moral asesinar una bestia, antes
que a un ser humano, por muy bestial que sea el congénere.
El torero, no es más que un sacerdote precristiano y par equivalente al sacerdote mexica. ¿Qué
arrancaban del pecho los sacerdotes mexicas y a dónde penetra el estoque del
torero? ¿Qué es el tumi de oro enjaezado
en la cultura Inka si no el sublime filo que detendrá una vida con las manos
amarradas?
Comparando aberraciones, en el sacrificio animal hay una situación más digna que en el sacrificio humano y es también la demostración de un rasgo moral más evolucionado efectuar la suerte suprema frente a la bestia, que las invocaciones a los astros del sacerdote homicida frente a su víctima.
Sin embargo, la víctima del torero no está con las manos atadas. Cuando se abre la compuerta, emerge de ella una masa enceguecida de furia y brutal instinto por sobrevivir a su ineludible destino. La que aborda , después de los picadores, el tercio de las banderillas. Es este tercio de banderillas con bordados de chorreos de vino y brillo con sus monteras tejidas, gráciles movimientos de sus zapatillas sin tacón y femeniles medias de seda rosa que se muestran para el excesivo gustillo aquel y para el solaz de las damas glotonas, lo que llama mi atención y admite mi admiración. Dígame usted: ¿Qué hacen allí esos piececillos de hadas danzando campaniles en la ceremonia de la muerte de la bestia? Es un acto poético. Me lo explico; esos pies en puntillas de los banderilleros son un gesto de saludo hacia el que muere.
Comparando aberraciones, en el sacrificio animal hay una situación más digna que en el sacrificio humano y es también la demostración de un rasgo moral más evolucionado efectuar la suerte suprema frente a la bestia, que las invocaciones a los astros del sacerdote homicida frente a su víctima.
Sin embargo, la víctima del torero no está con las manos atadas. Cuando se abre la compuerta, emerge de ella una masa enceguecida de furia y brutal instinto por sobrevivir a su ineludible destino. La que aborda , después de los picadores, el tercio de las banderillas. Es este tercio de banderillas con bordados de chorreos de vino y brillo con sus monteras tejidas, gráciles movimientos de sus zapatillas sin tacón y femeniles medias de seda rosa que se muestran para el excesivo gustillo aquel y para el solaz de las damas glotonas, lo que llama mi atención y admite mi admiración. Dígame usted: ¿Qué hacen allí esos piececillos de hadas danzando campaniles en la ceremonia de la muerte de la bestia? Es un acto poético. Me lo explico; esos pies en puntillas de los banderilleros son un gesto de saludo hacia el que muere.
Confieso que me conmueve mucho más al acto sutil de las banderolas que
la faena del torero de la cual conoceré su fatal final.
Si es matar por matar, debo decirle a usted que al igual que en la literatura
prefiero lo colibrí por sobre lo mastodonte.""
...
Lo acompañé hasta la Plaza
de la Ciudadanía ,
antigua Plaza de Toros. "Creo que su ingeniosa y paradojal teoría es
merecedora de una atenta meditación".
...
No hay comentarios.:
Publicar un comentario