La tarea...

La gente grita que quiere un futuro mejor, pero el futuro es un vacío indiferente, mientras que el pasado está lleno de vida.

Su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo.

Todos quieren hacer de la memoria un laboratorio para retocar las fotografías y rescribir las biografías y la historia.

PLANCHAS GLORIOSAS

Plancha: modismo chileno que expresa vergüenza o situación embarazosa
La primera.
Eran los años 80 y estrenaba mi titulo de arquitecto. Por lo cual y como novato  profesional  me vestí de acuerdo a mi nuevo estatus. Oscuro traje al mejor estilo europeo, cabello largo y leve desaliño en la camisa abierta, porque el arquitecto primero es un artista y un ligero bronceado. Lo que me permitía mi blanca piel antes de quedar color centolla cocida,  y el sempiterno maletín del ejecutivo que en esos tiempos se denominada; maletín “James Bond”.   Esa maleta metálica revestida en cuero de la que presumía todo emprendedor exitoso cuyo adminículo luciente era la clave para abrirla.
Una amiga de infancia me comenta que sus padres desean construir una vivienda en su terreno de Quilpué. Me esperarían el sábado.
Llego a la dirección. Respiré el aire puro y limpio de mi ciudad de adolescente. El terreno ubicado en colina con leve pendiente era inmenso y con bosques de pino. La casa del prominente cliente estaba emplazada en las alturas y muy distante del ingreso. Abro la reja con más miedo que timidez porque podría salir el perro. Camino por el sendero curvilíneo que me lleva hacia la entrada principal, a paso moderado... forma de caminar de acuerdo al estatus.  Me acerco a la casa y escucho desde adentro un voz infantil.
- ¡Es el Arquitecto! -  Me esperaban. Toco el timbre. Me abren la puerta ...  la amplia puerta. Y sonrío.
- Adelante -
Doy un paso. Calculo mal la altura del peldaño. Tropiezo y salgo despedido y planeando, hasta llegar bajo la mesa del comedor ¡pero sin soltar mi maletín! Las hojas volaron como gaviotas por toda la sala.
Estaba la familia en pleno sentada en los sillones.   Me vieron pasar cuan largo era, directo a las patas de la mesa del comedor.  ¿Ustedes creen que esa fue la plancha? 

No.  Lo peor, fue que ninguno de los presentes se rió, mientras las hojas del maletín caían sobre sus cabezas.
Quedaron demudados por mi estilo de atención al cliente.
¡Ah! …Y nunca más dejé la clave en 0000.

La segunda
Es la misma historia, pero ahora contada en una reunión de amigas y amigos, que entre vaso y vaso me forzaron a contarla en un Ai- Trufus. Fue revivir esa lección que le baja los humos de la petulancia a cualquiera.

La tercera
Tierna adolescencia. Viaje de verano a Curicó. En tren. Con mi pandilla. Los hermanos Del Canto. Vamos a casa de sus padres. Viajamos en el tren que en esos tiempos marchaba colmado de pasajeros. No hay asientos, así es que vamos de pie en la articulación que une los carros y donde el sonido del traca traca - tá es potente. Frente a mí, pasa una chica hermosa pero con un cuello ortopédico de yeso. Se me sale un espontáneo y tierno:
- Linda. ¿Qué le pasó en el cuello?
Con indignación de chilena que no tiene costumbre al piropo me dice con ira:
- ¡No estás viendo imbécil!
Mis compañeros piadosos, solo miraron por la ventana hacia el paisaje vertiginoso.


Lo terrible vino después. La misma muchacha era la hija de la dueña de casa en la que debíamos hospedar. Nos hicimos -  literalmente -  los suecos. Ella y yo.

La cuarta
Primer año de universidad. Lo nuestro era más el amor que el estudio. Y producto de tantos encuentros, caricias y flores, noto una pequeña protuberancia en mi pene que me inquieta. Decido ir al médico. Pero no era habitual hacerme exámenes rutinarios y desconocía qué especialidad debía requerir. Mi novia de ese entonces, me insiste en que vaya al médico. Acudo al servicio de la Universidad. Hago la seria espera correspondiente con mi número. Hay varias muchachas de uniforme, al menos cuatro; todas chispeantes, con esos delantales que las hacen ver tan bellas y flexibles en sus blancas zapatillas.
- ¡15!
Me paro y acudo al mesón, Me siento examinado por todas ellas. Temo que en cualquier momento me obliguen a decir en voz alta por qué vengo al médico.
- Joven ¿Qué especialidad necesita?
Menos mal, no me preguntan qué me vengo a ver pero… ¡Crestas!, No sé qué especialista debe ver esta protuberancia en mi pene y se me sale un:
- ... Ginecólogo...
Sus ojos viborean, me miran expectantes y sus labios se entreabren. Pero la que me interroga trata de salvarme y dice:
- ¿Para su novia?
- No. Para mí.
- Yo creo que lo que tú necesitas… es un u_ ró_lo_go… me dice con piedad la enfermera.

Las incipientes sonrisas pícaras, se transformaron en risotadas. No entiendo de qué se ríen. (Huevón)

Consuelo:
Dicen que más vale ponerse rojo mil veces que pálido una vez. Sí eso es un consuelo, también lo fue el saber que mi mal era una simple inflamación a la vena por razones obvias.



La quinta o ... El tamaño sí importa.
Ya tenía cuarenta y andaba por la vida más canchero. Pero siempre hay una primera vez. Y en las reuniones familiares comenzaba a cargarme con esa de:
- Hazte ver -
- ¿Y para qué? -
- Es que a los cuarenta hay que iniciar los exámenes a la próstata. Nunca se sabe... Fíjate que a un amigo… - Y comenzaba con sus historias. Yo me sentía impecable ¿Para qué? Hace rato ya, mis compañeros hacían los típicos chistes con esa visita, pero que terminan por penetrarte…en el sentido de que terminan; asustándote.
Tanto va el cántaro al agua que acudí al médico. Esta vez me sabía la especialidad: Proctólogo

Estoy con mi número de atención. Las cosas han cambiado, ahora somos más clientes que pacientes y nos registran con el nombre. Espero. A ver qué bóxer me corresponde.
Es el médico en persona quien sale a llamarme. Medía como dos metros y con hombros de bogador.
- ¡Sr. Rubén Cárcamo!
Me paro ya resignado, cuando veo sus manos gigantes, peludas y con uñas que parecían espátulas. Se me sale un:
- ¡Ni cagando!
Y salgo hecho un quique por la puerta principal, no sin antes escuchar
- Su turno señor; ¿Para dónde va?
Y como andaba canchero le respondo:
- ¿Y le parece poco el tamaño del médico?

- ¡Pero señor! Él es quien le hace la mantención al equipo de clima. El doctor Manuel Santolalla lo atenderá aquí a la izquierda.  Y veo un médico tamaño jinete, riéndose junto con “el Público en General”.     Y para matar el bochorno se me sale un quebrado:
- ¡Con ese sí!
Saqué aplausos.
Mientras me hacían la “introspección”, pensaba; 

...ojala que de mi “público en general... no haya nadie a la salida. 

…y tengo otras…
ajenas eso sí…