La tarea...

La gente grita que quiere un futuro mejor, pero el futuro es un vacío indiferente, mientras que el pasado está lleno de vida.

Su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo.

Todos quieren hacer de la memoria un laboratorio para retocar las fotografías y rescribir las biografías y la historia.

DE CORTÁZAR AL CHE





















(Un cuento versado, conversado y reservado)

I

Algún liróforo proterva con áspero suspiro
esa canéfora de loba núbil que me acecha
mientras marcho para cambiar el mundo.

Ella más que los cuatro puntos cardinales me prefiere
Ella más que toda y sideral multiplicando
Ella tan más que toda y tan radiante
y yo menos que nada en este instante. ¿Cachan?
Sobre la luna lunera, pasó impávida
dinamitera con sus tetas bien puestas
y me traspasó con su maroma libertina de palabras hueras
me traspasó la oscura gondolinda de su risa
que se columpiaba en sus niñas párvulas.
Y en su corsé de rosa té
como si fuera un vendaval rasgándome la vela panda
me traspasó.

Se me salieron zorzaleros los espasmos
de mis balcones sus nidos a colgar tan turulatos
que las mismas nimias con sus alas rimbombantes me zarandearon
me asibilaron la entrepierna
me quebrantaron como miasmas,
me atolondraron, me azarosaron
con sus efluvios abdominales, me trastornaron todos los espermas
por la cresta!

No me importó que fuera rubia y concubina
mas la quise atorándose olímpica conmigo briosa y plúmbea
condensada a esta altura de la miel y de mi lúcida lozana
para que me consagrara con su delirante gota vaginal primera.

Los proletarios, compañeros,
me cantaban tristes y hechiceros
su gerifalte en ululante solfatara me cantaban
al hechizo de su acento solidario y libertario
como si fueran la Masa,
como si fueran los hombres que se llaman Hombres,
me cantaban clarito:

¡Libéranos! ¡Libéranos!

Y yo me la creía casi todo el día
pues aquello en política y amores
en ese tiempo era posible;
sin sospechar siquiera la confabulación tremerosa
antigravitacional y contrarevolucionaria
que provocaban esas flores de los coitos amorosos
Soñaba yo aleteando en esa mariposa tan carnal
elevándome a las nubes.

- Las golosinas ni las orquídeas son de mí, señora mía. - Le dije.
- Lo sé mi chantilly,  ni tulipanes son . Pero a donde vayas, iré. - Me dijo.
- Pero no te volís. Que voulez vous cual Cortázar en París. - Le respondí.
- ¿Y el Che? ¿Qué va a ser del Che, Osvaldo? - Me preguntó .
- No sé Ingrid.   No sé.   Tal vez.   Quizá.  Quien sabe. - Le comenté.
Aunque no pasara nada ella quería que me casara ¿Cachan?

Me decían los consocios libérrimos enrojecidos
pasmóticos y acólitos morrocotudos:
- Tus barbas ya son babas por tu palomera kukulina .
- Te hiciste mudo, negro y nudo.
- Apotranca a la furiosa que te atrapa
yeguiza a la carnosa que te asa y
galopa, overito, galopa sin rancho ni corral
no más porque siempre abunda el pastizal .-

Me hice el fuerte hijuna ¡Qué carámbano tunante!
¿Acaso porque la imputada me mostraba
su colmillo gentilburgués matrimonial
ocultaría bajo una calentura circunstancial
mi lealtad a la Revolución Popular?
¡Jamás! Grité. Qué carajo.
¡VIVA LA MASA PRIMERO Y TÚ DESPUÉS! - Le dije.
Pero no me la creí.
Y ella tampoco
pues sabía que tiraba más que la yunta de mil bueyes.

No pude desprenderme de su esperpante risa, compañeros
ni de sus cosquillas monflayantes
ni de la infinitud del embeleco pude.
Y por la confitería generosa de sus articulaciones
me hice adicto a sus dulzores,
al ámbar de todos sus primores
que fueron las inaugurales saetas
al carcaj de mi primer querubín condón,
último desastre y naufragio total
de mis tenues convicciones revolucionarias.


- Para flaca. Para.-
Eran esas siempre todas mis vocabularias circunspectas
titubeantes, tiritonas, palideosas.
Me decía: 

- No te sacies, no te guardes, ni me perjudiques.-

Y mientras estiraba el ojo del pezón mamario
acoté tomando un aire un tanto estrafalario :
- De acuerdo,
pero por amparo para un poco. Te lo ruego.
Que me empacho con el fruto de tu vientre
y necesito un respiroso ventilamiento,  un sosiego,
un estate quieta mierda.
Que requiero con urgencia
una gloriosa comunión con mis viejas convicciones revolucionarias.
No vis que también tengo delicadeza
y de Cortázar toda la certeza
pero del Che no sé.-

En agosto el frío era tan frío
que yo ya era el comisario interfecto,
un cadáver fuera de cabales
haciendo añicos los dictados de mi comité.
Y las prístinas circunvoluciones de mi conciencia proletaria
quedaron cimbreando al garete putamente.

Fue como al noveno día de septiembre del setentaitres fue.
Creo que por esos días me casé.
¿Quién podría un día más negarse a la adultez?


Y fui un fulero maricón y pordiosero.
Pisé el Civil con la birome y sin fusil
justo cuando acaeció la dictadura tentaculando las fracciones
con el sopapo, las masacres y las succiones.


Me fui de luna de miel empalagado en mi jarabe
sin advertir esas arañas negras neonacionales
que pegaban sus escupos en mi puerta.

Corrí por salvar mi amor, más que por ella. Corrí.
En la embajada de París guardé el contorno del rulé
divino y primoroso como un cielo 

por el cual pedí el asilo
y a sus muslos en el segundo piso siete llaves puse.

Arreciaba la verbosidad sangrilocuente de la dictadura
pero sólo en su kaleidoscopio lubricoso y mero
fue en todo lo que pensé,  por falta de abstinencia.


De las calles de mi capital y del vecino

a la panderete caían cartas y llamados
para rearticular los cuadros permanentes
en el boqueo agonizante de lo que fue la fuerza viva
pero yo pensaba más en la polla de mi beneficencia.

Hasta que apareció el cónsul francés.
Que voulez vous, glú glú
avec les astuces du diable

Mirando por el ojo tuerto de mi cerradura endeble
me di cuenta del pastel perverso.
Ese galán de montar fino y educado paladar de nigromante
perito en la Rayuela de Cortázar.  lenguaraz y belcebú
me comía la perdiz con todas sus plumitas.

De mi capitel saliente y cornisísima cornamenta
ya estaba ungulado,  

mugiendo mis vacunos pensamientos y encerrado,

Para el recuerdo amargo que les cuento 
prefiero la brevedad del verso
porque me carcome la memoria 
con sus picos truculentos me lacera la testera
y hasta aquí no más les llego. compañeros.

Así fue como ella partió a la torre de París
a francesar su piel, su descendencia
y yo anclé en mi Potosí
porque de Cortázar ella siempre tuvo toda la certeza
y yo del Che todavía no lo sé.

































(Hay historia de amores revolucionarios que terminan en leyenda y otras, como ésta).

Dedicado a Osvaldo Defeau. Esta historia es cierta. Y mi recuerdo afectuoso para Osvaldo con quien compartí una breve e intensa amistad universitaria hasta el 73, fecha en que no volví a saber de él hasta que lo divisé 6 años después en una feria de artesanía y nos miramos a lo lejos sin cruzar palabras. Los tiempos esos no daban para más. Estábamos vivos. 
Y también para Manolo Castro, mi recuerdo, quien retornó en los 90 para decirme que alguna vez en los ochenta me vio caminando con mi hija pero que no se acercó a saludarme pues a él lo acababan de soltar de la Cárcel y lo estaban usando como señuelo. Hasta donde sé, vive hoy en Suecia con sus hijos suecos y si alguna vez él fue mi ángel de la guarda, sueño que otros ángeles cuidarán a sus hijos.

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