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…Al día siguiente, asomé la cabeza buscando a quien necesitase recordar este guión, pero ella no estaba y el circo tampoco. Y volví a meter la cabeza en mi concha de apuntador.
Si al doblar una esquina de fulgores y espejos
me topara contigo en la Plaza de Armas
saldrían juglares saltando al compás de los perros
y yo mago danzante escupiendo las llamas eternas
al estruendo ardoroso de fieras y platillos con bombos.
Si me topara contigo en pleno desfile
al pulmón de los gritos, maromas y clavas,
estarías vestida de negro sobre el trapecio oscilando
y bajo la carpa naranja del circo temible
hilando sensuales cabriolas en el mar de mi asombro.
Pero el hombre de bala te quiere volando en su cielo del circo,
el domador de leones surcando su anillo de fuego
y el payaso con zapatos gigantes en su llanto de turno.
Han tatuado sus pechos con tu nombre encendido
como grito de guerra, como grito insolente de tigre o de mono.
Si danzara contigo sobre el potro nocturno
mordería sin culpas el averno de rizos de tu piel de pantera.
Besaría la sombra letal de tu arbusto de rulos,
tus dedos, tus domos obscenos y sus duras coronas
con ese bastón insaciable y mi sombrero de luto y de hongo.
Serías muñeca de trapo, andrajo de fieltro y bandera
flameando tersa y desnuda, bajo el farol de mi abrazo.
Pero vives dispersa, ataviada de bromas y besos,
soñando insaciable con el hombre de bala
el domador de leones y al payaso grotesco.
Y este sería mi canto del tango maligno del viudo
por si en la Plaza de Armas, me topara contigo.
Sueño que ríes a otros moviendo tu cuerpo con sensual eficacia
pero ya no alcanza tu traidora navaja a mi espectro cornudo
y eso es lo mejor de mi acto de magia. ©
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