La tarea...

La gente grita que quiere un futuro mejor, pero el futuro es un vacío indiferente, mientras que el pasado está lleno de vida.

Su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo.

Todos quieren hacer de la memoria un laboratorio para retocar las fotografías y rescribir las biografías y la historia.

BUSCANDO A LA MAGA



La encontré. 
Les presento a Edith Aron. La  MAGA de Cortázar. La mujer de los coincidentes encuentros con Julio. Traductora, que dicen fumaba Gauloises, Gitanes. La que fue “brusca, complicada, irónica, entusiasta” debe tener hoy día… tal vez 90 años. No ha muerto. Vive en Alemania, Sarre.
La Maga ya no es ella. En verdad nunca lo fue. A Maga la entró al libro, Julio Cortázar y  a su modo.
-       Nunca nos quisimos- le dijo besándola en el pelo.
-     No hablés por mí -dijo la Maga cerrando los ojos.  -Vos no podés saber si yo te quiero o no. Ni siquiera eso podés saber”.
¡Quién puede saber quién es la Maga!
La Maga.  Edith, recuerda a ese hombre flaco y alto, desgarbado enamorando a su modelo.
-  No me decidí ir a vivir con él porque quería aprender. ¿ Era amor? creo que sí, por lo menos de mi parte”.

La Maga y las casualidades:
En el barco, que zarpó de Buenos Aires el 6 de enero de 1950, viajó también Cortázar.

"La primera vez que vi a ese muchacho fue en la oficina de cambios en el barco, no sabía quién era, vi a un muchacho muy alto que hablaba con esa erre en la garganta como los franceses, y resulta que era Cortázar”.

La segunda en una librería.
La tercera en un cine parisino.
La cuarta en los jardines de Luxemburgo. Allí Cortázar, la invitó a tomar un café.
La quinta en un concierto.
La sexta en una exposición
La séptima en la catedral de Chartres
La octava en la catedral de Auxere
La novena en el Parque de Versailles.
Cortázar volvió a Argentina y volvió a Paris y a ella:
Sólo esa vez, excentrado como un matador mítico para quien matar es devolver el toro al mar y el mar al cielo, vejó a la Maga en una larga noche de la que poco hablaron. Luego, la hizo Pasifae, la dobló y la usó como a un adolescente, la conoció y le exigió las servidumbres de la más triste puta, la magnificó a constelación, la tuvo entre los brazos oliendo a sangre, le hizo beber el semen que corre por la boca como el desafío al Logos, le chupó la sombra del vientre y de la grupa y se la alzó hasta la cara para untarla de sí misma en esa última operación de conocimiento que sólo el hombre puede dar a la mujer, la exasperó con piel y pelo y baba y quejas, la vació hasta lo último de su fuerza magnífica, la tiró contra una almohada y una sábana y la sintió llorar de felicidad contra su cara que un nuevo cigarrillo devolvía a la noche del cuarto y del hotel.

A la décima Julio le pidió que se fuera a vivir con él. Pero Edith no se atrevió. 


Y era tan natural cruzar la calle, subir los peldaños del puente, entrar en su delgada cintura y acercarme a la Maga que sonreía sin sorpresa, convencida como yo de que un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas, y que la gente se da citas precisas es la misma que necesita papel rayado para escribirse, o que aprieta desde abajo el tubo dentífrico. “   (Rayuela. Cap. 1)

Hasta que apareció Aurora. Aurora Bernardez y el amor,  como siempre,  ofreció el cara y sello.
Entre Navidad y Año Nuevo de 1952, Cortázar le pregunto a Edith. Copio: 
-    Qué te importa más ¿Navidad o Año Nuevo?
...
-    Año Nuevo respondí. Cuando volví a París, me dijo que se iba a quedar con Aurora y se casó con ella. Pero creo que me amaba.

Edith Aron dice no creer en casualidades pero recuerda una frase de Julio Cortázar:

-  Nos vamos a volver a encontrar por casualidad. Y será en mi libro. 

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