David ; Gian Lorenzo Bernini Galante. |
La despedida del viaje de Germán convocó a las amistades más profundas e íntimas. En sus pláticas asomaron las evocaciones de nuestros primeros días. Por supuesto; las travesuras y benignas maldades ocuparon el primer lugar.
Como una trenza de recuerdos, un aluvión de memoria surgió desbocado. Eso produce intensos silencios en las conversaciones pues caen como una demolición, los escombros de todo lo aprendido. Quedamos en veremos.
De cosas aprendidas están nuestros espacios interiores. Aprendimos a trenzar los cordones de cáñamo a lo largo del patio de la casa. Las hicimos con Jorge "Choche" Astudillo. A la primera trenza se sumaba la segunda y la tercera para hacer la honda. Una muy parecida a la que usó David contra Goliat.
Aprendimos a utilizarlas haciéndolas girar con nuestros brazos que eran dos aspas locas remolineando con un suave zumbido sobre nuestras cabezas.
Éramos guerreros desnudos en el bosque, ligeros y febriles honderos para abatir trenes, álamos y aviones hasta donde alcanzara el deseo de las piedras. Éramos David y estábamos al pie de las murallas de nuestra adolescencia, desafiantes para derrumbarlas. Podíamos correr hacia la muerte sin miedo y ni sabíamos lo que era el amor. Pero cada vez que la piedra daba un giro - zumbando – en verdad cantaba palabras futuras:
Amándote.
Soñándote.
Moriré.
Después de una vida supimos que ese canto de las hondas girando sobre nuestras cabezas, era del hondero entusiasta Juan Mayta cantando en quechua. Cada vez que su brigada de honderos atacaba a los españoles en tiempos muy posteriores al rey David y casi contemporáneo al David de Donatello, ella cantaba a coro:
Amándote.
Soñándote.
Moriré.
Dice Galeano que Juan Mayta murió de un balazo español en las serranías de lo que aún no se conocía como Bolivia. Y Donatello dice ufano lo que gozó David a la muerte de Goliat. Está la Biblia, Bernini, Neruda y Miguel Ángel Buonarroti glorificando un David de 5 toneladas. Pero es Galeano - con palabras - quien mejor cuenta lo que dicen los honderos entusiastas.
Hemos vistos demasiados entusiastas lanzando las primeras piedras pero ningún hondero con el oído en su corazón escuchando el zumbido que sobre sus cabezas canta:
Amándote.
Soñándote.
Moriré.
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