La tarea...

La gente grita que quiere un futuro mejor, pero el futuro es un vacío indiferente, mientras que el pasado está lleno de vida.

Su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo.

Todos quieren hacer de la memoria un laboratorio para retocar las fotografías y rescribir las biografías y la historia.

EL MEJOR AMIGO - Stand by me


El mejor amigo de la vida es el de la infancia. Ese con el que aprendiste a jugar fútbol porque tenía una pelota de cuero con un bladi - ¡ anda a cabecear esa pelota mojada!


Avda. Colón c/ Lautaro Navarro - Punta Arenas



El que te acompañó en los inventos; como llenar un bombín con cabezas de fósforos, construir una rampa de arena y hacerlo volar hasta los cielos, cruzando el río. Desafío a quien pudiere cruzar - de un disparo -  el río de Las Minas con ese artilugio.

Ese amigo con el que aprendiste a cazar pájaros y pescar sardinas en el muelle Prat, fabricar resorteras con los neumáticos de las bicicletas. Poner barras de las españoletas a los patines de tu trineo y clavos con filo para hincar los testimonios en el hielo y volar en la laguna de patinar; llamada Pudeto como el regimiento.

Hiciste pandillas y te trenzaste a trompadas. Perdiste alpiste en el combate con bolas de nieve pero ganaste en la Hachita y Cuarta. Y en la Troya tenías la mejor bolita de cristal; amuleto y talismán de todos los combates futuros.
Griffith y Paret - Parodia
Con él te calzaste los hediondos guantes de boxeo del Club y todo para imitar a Emile Griffith, el campeón que mató de un uppercut al cubano Kid Paret en el asalto 12°.

Ese amigo instruido en las apuestas del Club Hípico apostando a placé donde corrían ocho caballos en el barro y donde el tío Eduardo era el presidente del Club que bajaba a premiar a los pingos y sus jinetes. 

- Apuesta a la segura Rubencito
                                                              Apostar a la segura sería tu conducta de vida.
Edita - Quela y Rubén con Rubio

En ese verano del 61' ;  27° Celsius a la sombra, chapoteaste en las olas minúsculas del Estrecho de Magallanes con las chicas y Rubio, el perro que no debe faltar en una pandilla del barrio. 


Con ellos demarcaste tu territorio de dominio de la austral ciudad, el de la pandilla,   cuyos límites eran la Avda. España, Avda. Independencia, Sarmiento, Caupolicán y el mar del estrecho.  El patio era el río y el corazón la Plaza Sampaio. 


Pob. 18 de Septiembre - Río de La Mano
Se abandonaba la comarca de los juegos - con incertidumbre - para explorar en los juegos del Parque María Behety, el espesor del hielo en la laguna de patinar, el río de la Mano, el caserío Playa Norte y la población Williams donde tu primo Vladi; El Pulga Mimica, relataba los partidos de fútbol de la serie menores. Acudía sin faltar,  tu abuelo, con su camisa almidonada y su prusiano estilo a celebrar tanta palabrería.


LA COLADA 
También abandonaste la comarca para ir en busca de las fresas, los asados, las ebriedades de los mayores, la ventolera del palo de la ropa y el limpio horizonte de la pampa. Esas expediciones eran como las de ese Shackleton, que si no fuera por Luis Pardo Villalobos y cuando ningún país daba un cinco por los náufragos,  decidió cumplir - a riesgo de su escampavía y de su vida -  con un deber humanitario. Ni sabríamos como el Endurance se murió en los hielos si no fuera por el Piloto Pardo. Y los ingleses ni siquiera lo mencionan.

Y siempre estaba la posibilidad de encontrar algún tesoro como el de Cambiaso.  Por algo en las aguas del río de Las Minas aleteaban los destellos de la escarcha de oro que se asentaba en la arena de las orillas; el oropel ¡ Cómo no iba a aparecer una pepa !

Compartir los cumpleaños y las hostias de Don Bosco. Jugar basquetbol en las veredas marcando un círculo en los postes de luz, como un aro para jugar iluminado hasta la medianoche,  que en el Punta Arenas del verano es como que recién atardeciera. El mejor amigo es ese al que nunca lo llama la mamá.

El Territorio de la infancia.
Para qué estamos con cosas; la mejor infancia se vive en la Punta Arenas, Magallanes -  La Patagonia.

Mendigaste con él  unas monedas y te sentaste por primera vez en una fuente de soda como lo hacían los muchachos mayores peinados a la gomina y probaste una hallulla con chorizo molido - choripán que le dicen - con una gaseosa de papaya de la Fábrica La Pradera. Un local que todavía subsiste y lo llaman la picada de Chile; el Kiosko Roca.
Diligencia en la Plaza de Armas - Punta Arenas
Te molestaba pagar por esa bebida porque eras amigo  y compinche del Tollo Viskupovic, el hijo del dueño de la fábrica (Avda. Colón 850) con quien eras vecino (Avda. Colon 866) y robaban las botellas apiladas junto a tu carbonera para revenderlas al portero de la fábrica, quien las volvía a poner donde las habías sacado. Hicieron tres veces la vuelta y se fueron -  con el dinero recaudado - a ver una de vaqueros en el continuado del Politeama, que pasaban una de Alan Ladd, con la serial de Flash Gordon y sus amigos del planeta Mongo.



Te haces bombero abanderado y rajas - contra todos los gritos de las madres - al llamado de la sirena a las dos de la mañana,  para apagar un incendio y que son tan abundantes y flamean de lo lindo en Punta Arenas. No importa que los bomberos no te dejen subir al carro, porque llegarías en bicicleta haciendo sonar tu campanilla y con el casco de bombero puesto; el de la Bomba Chile. La N° 2.  Te premiarán con el primer diploma de tu vida,  el más importante; el premio a la constancia. El tiempo ya borró las firmas y tu nombre con esa hermosa caligrafía.
Ese compañero primo con el que aprendiste a tocar la trompeta, disparar postones con un Winchister de repetición de aire comprimido    ¡Cómo quedó de abollada esa puerta de la Escuela Técnica Femenina!   Cuarenta años después volviste a esos lugares y fuiste a mirar los picotones  en la puerta. Tenía varias capas de pintura,  pero allí estaban esos picotones, prueba evidente que nada era cuento,  ni fantasía.


Era el mejor, con él hiciste figuritas de alambre forrado con colores y robados al taller de la esquina, el de los Mancilla (Magallanes 967 / Ecuatoriana).
Aprendiste a desmontar tu bicicleta con pedales de chavetas, rodamientos y frenos de varilla. Trabajaste de ayudante de panadero y repartidor de canastos que te duplicaban en peso.

Ese con el que te sacaste las costras de las rodillas hasta sangrar de nuevo, solo para medir el dolor y chocar los pulgares ensangrentados para jurar la hermandad.  Con él coleccionaste cajetillas de cigarrillos; Cabañas, Monarch, Ópera, Hilton, Philip Morris, Chesterfield, Parlamient, para cambiarlas por las Selecciones Escolares, Patoruzú y por un verde tomo de El Tesoro de la Juventud con la historia de Lawrence de Arabia.

Ese amigo de la vida con el que siempre se cuenta cuando uno quiere salir a jugar.
Su nombre era Selmo Sepúlveda Álvarez; PEPO para los amigos.
Vista Aérea del Centro de Punta Arenas

Los amigos fueron:
" " ; Los hermanos Bahamondes allí en la Mexicana, los hermanos Angulo; ella y él. Los hermanitos Munizaga, los hermanos Montoya, Lora Álvarez y su hermano. La Malena Jacksic, Marcos Pastelero, Juanito Buratovic, Lucho San Martín, Lucho Rodríguez, Víctor Hugo Muñoz, Nano Yuran; Gjuranovic, Tollo Biskupovic, Ernesto Leal, Quique Holub, Pepe Sarmiento, Tier Valenzuela, Alejandro "Ito" Cvitanic, Pedrito Jadrevic, la Quela, la Patty, el Gabriel, la Marcela, la Dita, Pepo y Lalo y seguramente algún otro que se me escapa. Benditos sean esos recuerdos. Voy a guardar esta foto, no la tenía. 
Y gracias Rubén, por este lindo homenaje a la amistad sincera y eterna. " " (Gabriel Sepúlveda Álvarez)
Gabriel Sepulveda
Es el hermano mayor de PEPO. Además de una memoria prodigiosa, tiene un radio; COLÉRICOS.
Lo mirábamos en su chaqueta azul con botones dorados, esas que están nuevamente de moda, usaba corbata y silbaba las canciones de Paul Anka y The Platters. Era muy pije para nosotros, los que usábamos pantalones cortos con suspensores y medias que se las comían los zapatos. Bototos que alguna vez sequé en la estufa de su "abuela Antonia" - mi bisabuela - y se tostaron hasta quedar tiesos. Era la nieve la que los mojaba. . . y eso que los untaba con grasa y después les tiraba un gran escupo para sacarles brillo deslumbrante y nuevo.
. . .
¡ Vengan esos cinco !

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