La tarea...

La gente grita que quiere un futuro mejor, pero el futuro es un vacío indiferente, mientras que el pasado está lleno de vida.

Su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo.

Todos quieren hacer de la memoria un laboratorio para retocar las fotografías y rescribir las biografías y la historia.

A QUÉ HUELEN LOS LOCOS



Quien camina en la calzada y contra el tránsito de la calle Bories de Punta Arenas - con uniforme dado de baja - es Pan Duro. Un magallánico que se precie de tal, lo sabe. 
Caminaba a gran velocidad y enfadado; un verdadero energúmeno. Para no olvidar esa palabra hay que conocer un sujeto que encarne el personaje con ese traje verbal. 
Dicen que daba miedo. A mí, una gran curiosidad el escucharlo proferir gritos mascullados con el cuello enrojecido por los sonidos del averno. Como toda marcha, desfilaba oliendo al polvo de las calles.
Miedo da el flautista de la calle Valparaíso de Viña del Mar con su flauta tocando un invento musical de un pensamiento incomprensible. Más parece la muerte misma que el tímido y dulce personaje que se cubre con el atuendo teatral construyendo un mito.

Qué distinta era la Loca Alicia. 
Alicia almorzaba cada jueves en la mampara de mi casa, una cazuela de cordero con luche y radiantes papas que humeaban. Sus ojos seguían las volutas del vapor y nunca se cruzaron con los míos. Me caía bien, pues a pesar de mendigar unas migajas, usaba su propia cuchara, dos abrigos y unas servilletas de papel amarillo con aroma de manzanas. 

La Loca Alicia olía a manzanas, a Frutos del País. Con ese nombre se etiquetaban las cajas de frutas que venían a la nevada Punta Arenas, impregnadas con olores y cuyo contenido se envolvía - manzana por manzana - con un papel amarillo que Alicia usaba como perfumadas servilletas, inundando la mampara con olores de verano y primavera del centro de país.



"Los locos" - Roque Dalton

A los locos no nos quedan bien los nombres.

Los demás seres
llevan sus nombres como vestidos nuevos,
los balbucean al fundar amigos,
los hacen imprimir en tarjetitas blancas
que luego van de mano en mano
con la alegría de las cosas simples.




Y qué alegría muestran los Alfredos, los Antonios,
los pobres Juanes y los taciturnos Sergios,
los Alejandros con olor a mar!

Todos extienden, desde la misma garganta con que cantan
sus nombres envidiables como banderas bélicas,
tus nombres que se quedan en la tierra sonando
aunque ellos con sus huesos se vayan a la sombra.

Pero los locos, ay señor, los locos
que de tanto olvidar nos asfixiamos,
los pobres locos que hasta la risa confundimos
y a quienes la alegría se nos llena de lágrimas,
cómo vamos a andar con los nombres a rastras,
cuidándolos,
puliéndolos como mínimos animales de plata,
viendo con estos ojos que ni el sueño somete
que no se pierdan entre el polvo que nos halaga y odia?

Los locos no podemos anhelar que nos nombren
pero también lo olvidaremos.

No hay comentarios.: