La gente grita que quiere un futuro mejor, pero el futuro es un vacío indiferente, mientras que el pasado está lleno de vida.
Su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo.
Todos quieren hacer de la memoria un laboratorio para retocar las fotografías y rescribir las biografías y la historia.
¡ E VIVA IL COLTELLO ! (Trastos, chirimbolos y artilugios)
Trastos, Chirimbolos y artilugios.
Me deleitaría ser un sportsman pero abomino del ejercicio físico. También me gustaría asistir al Sporting Club pero no podría pagar la cuota. Están de moda los cruceros en paquebote pero sus “tickets” son carísimos, por lo que viajo cada domingo donde mi amigo anticuario, a respirar historias de alcurnia referidas en lo principal, al mercado del Reino Unido. Ya sabéis que los ingleses son muy originales: conducen al revés, miden en pies, pulgadas y yardas. Tienen realeza, colonias y smog. Yo quisiera ser como ellos; flemático, frío y distante y no sanguíneo como denota mi carácter alegre y optimista.
Como todos los domingos, me dirijo con mi traje bien planchado, guantes y polainas, al local de anticuario que posee y mal sostiene mi amigo Loyola. Me agrada ir a ese local ubicado en calle Donoso. Su fachada compuesta por dos inmensas vitrinas y una puerta central con tres escalones de mármol es una invitación a un viaje en el tiempo. En el peldaño del medio bastante ahondado por el desgaste que producen miles de pisadas aún se puede leer con letras manuscritas: “ANTIGÜEDADES”. Lo que explica las extensas décadas del recinto dedicado al negocio de compra y venta de reliquias con su carga de historias, de empobrecimientos de la clase alta que deviene en clase trabajadora y sus secuelas de drama doméstico que tanto nos gusta comentar. Por allí vaga una teoría novedosa sobre la lucha de clases con muertos de lado y lado y cuyos causantes son extraños responsables. Dicen que en la Rusia imperial han destronado al Zar Nicolás y habrían asesinado a toda su familia para poner en práctica esa teoría. Ojalá que ello no ocurra en el Reino Unido. Sería un desastre para la humanidad cristiana. La exuberante decoración del local es un marco perfecto para la conversación dominical. Loyola tiene doble papada y es un experto en la sicología de Jung y de su tesis “sobre la supuesta incidencia de los casos llamados de Ocultismo”. Loyola y yo pertenecemos a la patria metafísica del siglo XVIII. Suena bonito. Se trata, claro está, de sentarse sobre sillones de estilo, compartir un habano, de preferencia Montecristo y comentar noticias de Birmania o los preparativos para la guerra que se viene en Europa.
Loyola me recibe fregándose las manos pues estima que mi presencia engalana su local. Haciendo constantes inclinaciones de cabeza me comenta lo que ha recibido esta semana. Un disco. Para lo cual me empuja hacia una sala en la que protagónicamente hay una máquina parlante a disco conocida como la sucesora del fonógrafo; el gramófono. Sobre su plato hay un disco de ebonita de 15 cms. de diámetro con ranuras onduladas que según Loyola está grabado por una sola cara. Con una inmensa sonrisa ha tomado la manivela y la hace rotar con un sonido de suaves engranajes de juguetes para mayores. Concluida esa operación apoya la púa sobre los surcos del disco, me mira con especial orgullo, mueve una uñeta que frena el disco y se libera el movimiento rotatorio para que salga por la corneta de bronce el sonido que raspa con un suave chirrido y del que comienza a brotar el Ave María de Charles Gounod. -¡Caruso! ¡Es un disco de Enrico Caruso! Exclamo entusiasmado. Loyola me hizo un ademán de silenciarme y me recrimina con la mirada altiva. - Caruso es una modernidad. Esto es una antigüedad. - Me dice. Con el ruido áspero de la aguja surgía… brotaba, una voz blanca con tesitura y mezcla entre contratenor o extraño soprano. Me parecía que desafinaba. ¡Cómo pude confundirla con la voz de Caruso! Parecía una soprano o un niño, sobretodo cuando alcanzaba los tonos altos que podía sostener con el vigor de un inmenso pecho viril. Algo no ajustaba en las ondas que emanaban del gramófono y las frecuencias que estremecían el diafragma del aparato tenían algo de artificiosa monstruosidad que conmovían por su dramatismo y al mismo tiempo embelesaban. Si no fuera por la precisión exacta con que alcanzaba las notas habría dicho que eran los ecos de un animal herido y mutilado en lo más profundo de una dolorosa agonía
.- Usted está escuchando una obra vedada para casi toda la humanidad.- Me comenta Loyola balanceándose presuntuoso. Sorprendido por su comentario tomo asiento sobre su mejor sillón Luis XV asegurándome antes, de no provocar alguna arruga en mi sport jacket de tweed. Y Loyola, chasqueando su lengua contra el paladar pronuncia jugosamente mi nombre completo y me dice: - Ha de saber usted Sir Richard Lyon Olivares que acaba de escuchar la voz de CARLO BROSCHI FARINELLI, el harinero. Cien Pesos. Esta confesión convulsionó mi espíritu y enrojecí.
Farinelli, el castrati. El bello, amable y bondadoso Farinelli castrado por su hermano Riccardo y que estremeció los tímpanos de Europa está sonando delicadamente en mis oídos. Farinelli, el sublime, está aquí, escuchado en una tienda de antigüedades por dos tarambanas antiguallas del Puerto de Valparaíso... A lo mejor se sentó en este mismo sillón para tocar la viola d’ amore. En la Italia del siglo XVII y XVIII unos 4000 niños de ocho años fueron castrados cada año para trabajar de cantantes de ópera o solistas de coros de las iglesias. El bel canto, el canto bello, originado por la prohibición de la iglesia católica de que hubiere mujeres en el coro promovió esos seres mutilados de por vida. Aquella indignidad humana duró hasta que otro Papa prohibió tales amputaciones. Se les intervenía para preservar sus voces blancas de agudos tonos infantiles y así evitar los cambios que produce el crecimiento natural de los niños. El castrado - llamado también evirato - era un hombre que había sido castrado poco antes de llegar a la pubertad y cuya tesitura de soprano o contralto, amén del amplio rango, flexibilidad y poder de su voz, se originaba justamente en la mutilación de sus genitales... ... F a r i n e l l i... - suspiré -... el asediado por las mujeres que se sometían hasta el éxtasis en sus triangulaciones eróticas, el envidiado por los hombres y vilipendiado por los canallas de siempre. Volvió a Italia para morir el 15 de julio de 1782. ¡Un momento! Algo no cuadra. ¿Si falleció en 1782, cómo fue grabada su voz si el fonógrafo recién se inventó en 1877? Es ignorancia de Loyola o su codicia intenta un fraude.
- Mi estimado señor Loyola, pienso que quien le ha entregado esta grabación ha cometido un error. No hay concordancia entre la fecha en que murió Farinelli y la invención de fonógrafo. Hay un lamentable error. Loyola cruzó sus manos sobre su prominente abdomen y me replicó: - Sir. Debo confesarle, sometido a la generosidad de su confianza, que dicho disco fue grabado en una sesión de espiritismo. Ochenta pesos. Loyola, comerciante al fin y al cabo, intentaba hacer un fraude y me ofendía en alto grado. Bajé mis párpados y los levanté lentamente observándolo bajo mis cejas para subrayar mi mirada fulminante. - Froilán Loyola, usted debe tener claro que me agrada de sobre manera comentar actos paradójicos e insólitos pero que no comulgo con excentricidades indemostrables. Nada puede estar más lejano a mi manera de ser. Al fin de la resonancia magnífica de la divina voz del castrati sucedió el más absoluto de los silencios, roto apenas por la púa que continuaba girando y emitiendo el ruido del disco con el golpeteo del giro final. Un Loyola disminuido palideció, cierto de haber cometido una infamia. - Sir Richard, usted tiene toda la razón. He sufrido una atroz equivocación cuyo único responsable es la emoción de hacerle percibir a su prodigioso oído la voz del último castrado. En verdad mi error consiste en confundir a Farinelli con Moreschi; l’angelo de Roma. En todo caso usted asistió al último canto registrado de un castrado donde pudo apreciar “una tesitura de soprano con unos apuntes tan altos que se convierten en únicos” y cuya excepcional grabación sólo tiene el valor de cincuenta pesos. Perplejo ante lo descarado e impúdico de su accionar recurrí a mi vieja faltriquera y deduje del presupuesto de mi almuerzo esos treinta pesos estando cierto de que nunca más volvería a asumir mi confianza en una amistad que se da sólo por interés pecuniario y emprendí mi regreso a casa silabeando el Ave María. AAAAAA,....VE....MA....RIIIIIIIIIIIIII......iiiiii - AAAAAAA. (¡Qué hermoso!... y todo por veinte pesos). Respecto del disco de ebonita grabado por Alesandro Moreschi, debo decir que una vez repuesto de mi apetencia, su canto me pareció patético, al igual que mi codicia. ¿No creéis en lo que os narro? Escuchad a ALESSANDRO MORESCHI...Reclinaos en vuestros poltrones y escuchad, ...escuchad al último castrado:
Alessandro Moreschi. Contratenor nació Roma, fue el último de los castrati de la música occidental. Murió en el año 1922. El "angelo di Roma" cantó en universidades, salones y en el Pantheon de Roma en los funerales de los reyes Vittorio Emanue II (1878) y Umberto I (1900)
Sólo se conserva una grabación de Moreschi y en ella se puede apreciar “una tesitura de soprano con unos apuntes tan altos que se convierten en únicos.”
La calidad de la grabación debido a los precarios medios con los que fue registrada y al paso del tiempo, es mala, no obstante en ella se pueden apreciar las cualidades de esta voz única, que se convierte en el único registro de castrati que se conserva en el mundo. No deja de ser curioso y excitante el hecho que se produce al escuchar esa voz, el único punto de unión entre dos mundos esencialmente diferentes. Por un lado un último castrato heredero de una larga tradición barroca y por el otro; un incipiente fonógrafo contemporáneo que marcará la música en el mundo moderno.
Moriría olvidado por todos, incluso por aquellos que le gritaron ¡Evviva il coltello! (¡Viva el cuchillo! ) tal cual lo habían hecho en los tiempos de esplendor de esa rareza vocal. Pero hoy, existe Phillippe Jarousky (Sopranista de los dioses,contratenor agudo)...Max Emmanuel Cencic...
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