La tarea...

La gente grita que quiere un futuro mejor, pero el futuro es un vacío indiferente, mientras que el pasado está lleno de vida.

Su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo.

Todos quieren hacer de la memoria un laboratorio para retocar las fotografías y rescribir las biografías y la historia.

LARGO VIAJE VI - TAXI DRIVER

El parachoques delantero de un taxi neoyorquino se desliza en un pavimento recién llovido y mientras pasan los créditos en la pantalla, se escucha:


- Gracias a Dios por la lluvia que ha quitado la basura de las aceras. Trabajo desde las seis de la tarde hasta las seis de la mañana. De noche. Todos los animales salen de noche; putas, coños, cafiches, bichos, reinas, hadas, drogadictos, adictos, enfermo y estafadoras. Algún día una lluvia de verdad llegará y lavará toda esta basura de las calles.


La pasajera - recién acomodada en el asiento trasero - no sabe si la toman por puta, reina, drogadicta o estafadora.

El que habla es Travis Bickle de Taxi Driver, un chofer de taxi. El mismo paranoico se traslada por las calles de Santiago de Chile entre la estación Los Leones y Simón Bolívar con su diploma de ingeniero químico.
Subirse a un taxi en Santiago puede ser una evocación a los buenos que eran los tiempos de Pinochet, la rentabilidad de las acciones de la U, viajes de polizón en una motonave perdida en la infancia del conductor, como lo es la Navarino. Puede llevarte en un viaje al más allá,  mientras cuenta que viene llegando recién, que no conoce Santiago. Y te suelta un: “¿Por dónde nos vamos?” porque a veces se equivoca con el GPS... 
Subirse a un taxi puede ser peor; el conductor es un ángel y ve su carcasa como una capilla redentora para los descarriados no creyentes o es el demonio mismo con su prostituta al lado, como me ocurrió en La Habana. Pero esa es otra historia.
La pasajera de este viaje, escucha atónita y mira la oreja derecha del conductor. El conductor no quita la vista del espejo retrovisor,  olvidado ya de la ruta. Esa es la primera señal; el tipo es un ángel o un demonio. 
No hay humano vivo que pueda conducir hacia adelante y al mismo tiempo tener los ojos fijos en el espejo retrovisor. Tal vez quien conduce no habla o solo habla el espejo. Pero eso entra en el campo de las alucinaciones. Como recomendación es bueno asegurarse que los labios del conductor se muevan.

- Mire usted, parece buena persona. Me acaban de engañar por segunda vez.
Una mujer joven y una mujer vieja. La vieja no me importa. Allá ella. Pero la joven, la buena moza,  a esa, la voy a encontrar de nuevo. Por eso tengo unas tijeras, un fierro y un alicate.
- ¿Unas tijeras, un fierro y un alicate? Exclamó mi hermana. Mi hermana es la pasajera.
El taxista saca y enarbola desde la base de su asiento, las tijeras de acero quirúrgico, un grueso fierro con otro filoso fierro soldado en la punta que parece una picota de andinista y el alicate - todo al mismo tiempo - girando la cabeza hacia a la cohibida pasajera del asiento trasero, que jura haberse encontrado con Jason; el mismo de Martes 13, le dice:
- ¿Ve este billete de cinco lucas aquí pegado en la guantera? Es falso. La chica anduvo seis cuadras. Me pagó con estas cinco lucas. La carrera salió 400 pesos. Me faltaba sencillo para darle el vuelto y ella, la mujer joven, me dice: cóbreme mil y deme cuatro mil de vuelto. Y así lo hice pensando en lo buena persona que ella era. Porque era bella. Se baja y a los pocos metros me doy cuenta que el billete era falso. Me engañó. Me estafó. Las mujeres jóvenes son las peores. Da su sentencia.
La pasajera implora pertenecer - por lo menos - al grupo de las mujeres viejas, de esas clasificadas con un "allá ella", porque al de buena moza,  no piensa renunciar. Ni muerta.  
Aterrada le advierte que le pagará con un billete de veinte mil y al mismo tiempo se le ocurren ideas tan estrafalarias, como la de una crónica roja: Taxista – oficial retirado - muerto por una puñalada en la espalda que atravesó el asiento del conductor. Con el siguiente sub-título: 
"La esposa se lamentó: pero si recién había cambiado los forros de los asientos". 
Busca en su cartera, pero ella tiene como objeto disuasivo corto-punzante, solo la lima de las uñas y su labia.
- Si la encuentro, la mato. Primero con estas tijeras. Las tijeras se abren y cierran con su filoso chasquido.
- ¡Es que usted se puede acriminar! Le impele, tratando que entre en razón - ¿Y qué va hacer con esas tijeras?
- Le voy a cortar ese pelo rubio teñido.
- ¡Es que a usted lo pueden matar! Eso dicho, para que el taxista recapacite, porque la vida es una rueda de la fortuna que nadie sabe por dónde se clava.
- Ah! No! Para eso tengo este fierro. Para quebrarle las costillas. Con un solo golpe va a dejar de respirar.
- ¿Y el alicate? ¿Para qué es el alicate? El hilo de voz ni se escucha.
- ¿Este alicate? El elegido es enorme y pareciera sonreír. - Este alicate es para arrancarle los dientes delanteros a esa  sonrisa.
- ¿Y todo por cinco mil pesos?
- A mí nadie me engaña. Pero usted una dama... Yo conozco a la gente apenas habla.

Patricia, que así se llama mi hermana, recuerda que cancelará con un billete de veinte mil pesos y la carrera va en mil setecientos pesos. Tiene mucho camino por delante para recorrer, tiene tiempo y la noche se ve allá afuera, apacible y mansa.

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