La tarea...

La gente grita que quiere un futuro mejor, pero el futuro es un vacío indiferente, mientras que el pasado está lleno de vida.

Su rostro nos excita, nos irrita, nos ofende y por eso queremos destruirlo o retocarlo.

Todos quieren hacer de la memoria un laboratorio para retocar las fotografías y rescribir las biografías y la historia.

LARGO VIAJE III











Detenidos por la congestión vehicular, observamos un asalto en descampado. Un muchacho inimputable le ha arrancado una gargantilla – baratija – a una señora salida de carnes.  Huye y se pierde entre los automóviles y los buses.
- ¡Atájenlo! Pero el público en general, curtido por estos eventos, mira. Solo mira en una especie de curiosidad  y escepticismo como se mira el acto del juramento a la bandera.
Metros más allá, el corredor liviano como un atleta, camina como si nada, con la moneda de cambio para su dosis de pasta base.













- Qué buenos eran los tiempos, en tiempos de PinochetMe comenta el taxista cierto de mi complicidad ante la violencia del atraco pueril. Su exceso de confianza da pie a la conversa. 
Me pide permiso para consumir una pepsi porque no ha almorzado. Dice ser ingeniero en transporte. No sé si es un chiste o una verdad pero le creo, porque habla con faltas de ortografía.  En el gremio de los taxistas hay de todo. Peluqueros, rentistas, mariscadores, jubilados de las fuerzas armadas o polizontes. Este chofer se ve bastante relajado y no parece estar narcotizado como los asaltados por la neurastenia o la enfermedad de los nervios. Un poco sucio eso sí. Es lo que queda de un hippie. 
Y aparece la palabra Navarino, la motonave que recorría las costas de Chile cuando aún se viajaba en barco. Y lo siento cercano. 
¿De dónde es usted?
- De Valparaíso - me contesta.
Una motonave es un barco impulsado por motor y es una palabra extraña, como motoneta, pero tiene gran sonido. Copérnico, que así se llama el conductor, cuenta que siendo estudiante quiso salir de vacaciones y decidió embarcarse. Se coló entre un grupo de estudiantes de arquitectura en “viaje de estudio” que viajaban en la Navarino. Pasó piola, arrimado al grupo. Incluso cenó con el capitán. Hasta que lo descubrieron a la cuadra de Talcahuano cuando todos comenzaron preguntar de sus procedencias.  Lo transformaron en camarero de ese navío de pasajeros y cabotaje de la Empresa Marítima del Estado de Chile. Empresa que en 1981 le cambiaron las palabras Estado de Chile por las patrióticas siglas S. A. 












Las naves de cabotaje navegaban con la costa a la vista, de “cabo en cabo” tal como la hacía Ulises con sus argonautas. 

La Navarino, botada el año 1950, debía su nombre a la isla del canal Beagle. Tenía - como el Titanic - pasajeros de primera, segunda y tercera clase. 174,  casi todos de tercera.
Inútil - la palabra preferida de mi abuelo - fue el nombre de la Bahía donde, en un vigoroso ejercicio de lanzamiento de torpedos, la marina del país, la hundió sin asco en 1981 para celebrar la llegada del nuevo año; 1982, año de las privatizaciones de todas las empresas del Estado de Chile.
Hace unos días un joven fue apuñalado en la aorta para quitarle el celular. Murió en un dos por tres. La miseria cultural se manifiesta con degollamientos impunes en los callejones y también con torpedazos en alta mar.
Un olor a cebollas y a gas licuado inunda la calle por donde transitamos;  Tobalaba con Bilbao.  Y recuerdo una frase de Vicuña Mackena: “yacía podrida en un lecho de pestilentes basuras”.  
Aquí me bajo.



No hay comentarios.: