El culto de Marilyn Monroe en llaveros, encendedores, estuches, paraguas, maniquíes, poemas, cuentos, artículos, se multiplica. Y se replica inconmensurablemente en las murallas de cientos de ciudades, hasta la ordinariez litográfica de Andy Warhol.
Miro mi colección de Pin-Up de aquellos años y cualquiera de esas “girls” pudieren ser Marilyn. Nada las diferencia de ella en la partida. Todas ellas tienen la belleza torpe, ese dejo de cruda vulgaridad y de amarga humanidad en las mujeres jóvenes y desnudas y que el tiempo de la madurez metamorfosea en belleza arrebatadora.
¿Qué la hizo distinta a todas? ¿Cómo la rudeza conmovedora y juvenil de sus formas se transforma en aura de embriaguez y delicia? Creando un personaje distinto a ella.
¿Qué la hizo distinta a todas? ¿Cómo la rudeza conmovedora y juvenil de sus formas se transforma en aura de embriaguez y delicia? Creando un personaje distinto a ella.
Fue ella la que mejor pudo leer y transmitir lo que son los dibujos perfectos, ensoñadores y casi líricos de las ilustraciones de las revistas especializadas en Pin-Up. Era algo así como una Jessica Rabbit; la más sexy en la historia de las nenas del cómic. Marylin debió ser la primera en saber, que es necesario crear un personaje para destacar sobre las otras y no caer en esa trampa fútil del "se tú misma". Lo hizo.
Su vida – la privada – desvía la atención de sus actuaciones, parece más interesante que sus películas, y nos aparece una absurda e imposible tentación; la de involucrarnos emocionalmente con ella pues su imagen difuma el entorno. Toda otra realidad cercana a ella es accesorio.
¿Pero por qué deja de ser un objeto de deseo, para ser un sujeto al cual pertenecer?
Creí en mi adolescencia que ella era uno de esos fetiches al que uno se hace adicto, vaya a saber por qué mecanismo infantil.
Dudaba de mi adoración por ella. Dudaba de la certeza de mi percepción. Pero mientras mi idolatría se hacía cada vez más intensa y más callada, escuché decir a María Romero - comentarista y experta en cine:
– Nunca he visto una mujer más hermosa en mi vida.
Y lo decía con una admiración tan maternal y veraz convicción, que me permitió asumir mi percepción como cierta, razonable. Y no producto de una ilusión romántica ¿Quién soy para dudar de mis intuiciones? Otro.
Soy otro más de Marylin.
Dudaba de mi adoración por ella. Dudaba de la certeza de mi percepción. Pero mientras mi idolatría se hacía cada vez más intensa y más callada, escuché decir a María Romero - comentarista y experta en cine:
– Nunca he visto una mujer más hermosa en mi vida.
Y lo decía con una admiración tan maternal y veraz convicción, que me permitió asumir mi percepción como cierta, razonable. Y no producto de una ilusión romántica ¿Quién soy para dudar de mis intuiciones? Otro.
Soy otro más de Marylin.
María Romero fue directora de la revista “cinematográfica y teatral” ECRAN y experta en el rutilante Hollywood de Marilyn Monroe, Walt Disney y Alfred Hitchcock, de quienes además fue amiga y confidente. Su vida es también en technicolor.
Bastaría para cualquiera decir que la admiramos porque Marilyn es una diosa. ¿Y eso qué?
Héctor Soto dice: “La admiramos, porque en esa cima destella quien viene de la humillación, del dolor y el bochorno. Es ella, el motivo ético para respetarla, una confesión pública de la orfandad, una víctima dolorosa que carece de palabras para condenarnos y nos afrenta con su belleza frontal”.
Y la admiramos en los trayectos de su cuerpo, en la consistencia de su sonrisa, con su intimidad visible de soledad, en la censura de sus secretos, en lo sinceridad de su vida; un brutal testimonio. Y en el acto teatral de su muerte.
Héctor Soto dice: “La admiramos, porque en esa cima destella quien viene de la humillación, del dolor y el bochorno. Es ella, el motivo ético para respetarla, una confesión pública de la orfandad, una víctima dolorosa que carece de palabras para condenarnos y nos afrenta con su belleza frontal”.
Y la admiramos en los trayectos de su cuerpo, en la consistencia de su sonrisa, con su intimidad visible de soledad, en la censura de sus secretos, en lo sinceridad de su vida; un brutal testimonio. Y en el acto teatral de su muerte.
El sinónimo de muerte es: sueño eterno. No existe un significado más explícito y perfecto para definir a Marilyn.
Un sueño eterno en quienes vivimos y vivirán soñándola, como se sueñan las llamas en el viento.
Un sueño eterno en quienes vivimos y vivirán soñándola, como se sueñan las llamas en el viento.
¿Cómo pudo quitarse la vida si la glorificaba?
No es creíble morir así. No ella.
No es creíble morir así. No ella.
1 comentario:
Excelente tu blog Rubén, yo admiro muchísimo a Marilyn.
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