Existía en los
años 60 un local pequeño lleno de artículos de marina, pocos libros,
extrañas artesanías y era oscuro. Se
llamaba EL TESORO DE CAMBIASO. Estaba en la calle Lautaro Navarro de Punta
Arenas y era atendido con cierto desgano por don Aquilino Alonso. Su fachada era amarilla. Los marcos de puertas y ventanas estaban
pintados de color verde. El diminuto local me hacía creer que en esa tienda
había un tesoro. Lo había.
Parado frente a su vitrina de múltiples vidrios, vi sogas
de veleros en naufragio de loberos o balleneros, cueros de guanaco y plumas y huevos de avestruz, palas pequeñas de buscadores de oro, una escafandra de algún buzo ahogado apoyada en un par de libros y el mapa de una isla sobre la que se apoyaba una canoa diminuta hecha con cuero de lobo. Tal vez era un juguete de otro niño y de raza en extinción.
Parado frente a su vitrina de múltiples vidrios, vi sogas
de veleros en naufragio de loberos o balleneros, cueros de guanaco y plumas y huevos de avestruz, palas pequeñas de buscadores de oro, una escafandra de algún buzo ahogado apoyada en un par de libros y el mapa de una isla sobre la que se apoyaba una canoa diminuta hecha con cuero de lobo. Tal vez era un juguete de otro niño y de raza en extinción.
Así como los selk’nam desaparecieron del perfil de la
tierra, nada de ese almacén queda. Ni de sus tenderos, solo el recuerdo
sugestivo de los que fueron niños y pisaron ese piso que aún crujen como las tablas
de una nave desvencijada dedicada ahora a menesteres más terrenales.
Cambiaso – que yo pronunciaba con Z al igual
como lo hiciera con la Plaza Zampallo (Sampaio) fue el personaje más pérfido de
la historia de Chile, petorquino y según dijera Vicuña Mackenna; “monstruo
moral, hiena de cementerio, buitre insaciable, tigre ávido de la sangre de sus
víctimas”. Así le llama para degradarlo. Mató, asesinó, torturó, quemó
capellán, hospital, iglesia.
Pero no todo es el desquicio de un individuo, como nos quiso hacer creer la historia
oficial. Está el contexto de la Revolución de 1851, cuando el líder conservador
de Concepción, José María de la Cruz pierde la elección frente al nortino
Manuel Montt y temeroso de la pérdida de poder que esta derrota significa, lo
acusa de fraude electoral. Sin demora, Cambiaso organiza su ejército,
declarando que se proponía "invadir las costas del Pacífico" para
sumarse, con sus fuerzas revolucionarias, a las "tropas del jeneral Cruz".
Miguel José Cambiaso, era un hombre con buena formación.
Apasionado por las ciencias naturales, y
dotado de capacidad analítica como toda racionalidad criminal, cuida los
detalles. Su violencia aspira al Orden y al Reglamento. El crimen es
formalizado por nuestros conocidos “bandos”. Su régimen tiene reglas homicidas
y no hay justicia sino inclemencia moralizante. Cambiaso - en su pantomima de
guerra - dispone fusilamientos, ahorcamientos, arrancar lenguas, quemar
cadáveres u "ojos con un fierro caliente hasta carbonizarlos",
descuartizar a infractores vivos, presa por presa, "principiando por los
dedos de las manos”. Su código es de asfixiante severidad y casi un programa de
exterminio. Conduce a los demás en dirección al mal, haciéndoles creer que así
se sirve a una causa noble como lo es - como
no - la Libertad. Bajo el amparo de esa postiza legitimidad política, trama sus
crímenes; simula el ethos revolucionario. Pero para actuar, todo sátrapa que se
precie de tal, requiere de consensos o de mayorías, incluso la complicidad de
la omisión. Es, la encarnación del mal. Y con su roja bandera - de película -
una calavera con dos tibias cruzadas nos dice: ¡Conmigo no hai
cuartel!
Cambiaso después de cometer cuanto delito se pueda
imaginar, se hizo a la mar hacia el norte, rumbo a Chiloé. También dicen que
con sus barras de oro. El Tesoro de Cambiaso era producto de los dos
barcos que abordó y asaltó; La Florida y el Elisha Cornish.
Como en la mejor historia de piratas, fue víctima de un
motín a bordo y aprisionado. Lo ajusticiaron en Valparaíso, junto a los siete secuaces
que lo designaron líder. La justicia fue fiera con él. Luego de fusilarlo; un
preso por ebriedad y robos reiterados lo descuartizó, con tan mala suerte
que el sujeto - sin conocimiento de anatomía - lo hizo carne molida. Eso fue un 4 de Abril de1852.
Esta parte de la historieta viene con nuestra mejor
cualidad nacional; el cahuín. Se aseveró que el preso y rebanador, era de
un “apellido ilustre”. Al menos fue lo que comentó el público en general que
asistió al espectáculo disciplinador cuando creyó reconocer el rostro del verdugo
maquillado con hollín. Después de dos horas de macheteo, los pedazos de José Cambiaso fueron
dispuestos en nuestra fosa común; el pacífico mar que tranquilo nos baña.
RCB. Calle Lautaro Navarro c/ Avda. Colón. Punta Arenas -1958. |
Ese fue – al fin y al cabo - el verdadero tesoro que nos
dejó Cambiaso; fantasías y delirios. Y estaban en un escondido lugar
mágico de esa vieja calle Lautaro Navarro.
4 comentarios:
Mis recuerdos de ese "tesoro" son los mismos.
Hay mucho que ver y leer por acá, volveré.
Beatriz
Saver la verdAd y no ocultar los rdcuerdo de nuestro pasado son historias de nuestro vivir
Siempre en la historia de ayer y hoy nos encontramos y nos encontraremos con personajes con un alto nivel de crueldad.
"El caso Cambiaso, un drama de la historia de Chile", por Camilo Branchi, Revista Atenea n° 360, junio de 1955. Entrega otro interesante punto de vista. Lo acabo de
leer.
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